Bendíceme, porque he pecado.
Tenía pensamientos impuros, tentaciones de la carne. He albergado la lujuria, y para el último hombre debería albergarla. Un hombre de Dios, nada menos.
Excepto que este hombre no es un ángel. Él no es santo. De hecho, él podría ser el diablo. Solo Satanás mismo podría prender fuego a mi piel y enviar escalofríos, deseos sucios y deseos carnales a través de mi alma. Ningún hombre piadoso me miraría como si quisiera devorarme por completo, o despedazar mi inocencia e inhibiciones. Por. Trozo.
Él dice que está aquí en Canaan, Georgia, para salvar nuestras almas. Un predicador viajero aquí para hablar el evangelio y librarnos del mal. Pero un predicador no debe ser construido para el pecado, como él. Ningún pastor debería tener labios que debiliten su rebaño, ni manos que me hagan doler, ni un cuerpo que me enseñe el verdadero significado del pecado original.
Gabriel Marsden es un lobo con piel de cordero, y me está llevando por mal camino. Me está llevando a la tentación, y no puedo, y no lo haré, decir que no.
Pero ya sabes todo esto, ¿verdad, predicador? Ya conoces cada detalle de esta sórdida historia. Porque ese hombre?
Ese hombre eres tú.
El diablo bajó a Georgia. Y que Dios me ayude, creo que ya estoy perdida.
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